Hoy, lunes 25, nos encontramos a partir de las 19 horas en la galeria 'Asociacion Amigos Erik van der Grijn' en Humberto Primo 313-315, planta baja B & C. para ver la muestra de este gran poeta y artista plástico Hugo Padeletti
Hugo Padeletti por Marjan Groothuis
Buenos Aires, junio 2006
Hugo Padeletti es un hombre muy afortunado. Aparte de ser uno de los mejores poetas argentinos, también es un distinguido artista plástico, aunque el reconocimiento en este campo vino mucho más tarde. Personas dotadas con varios talentos son raras; algunas excepciones son por ejemplo Paul Klee y Lucebert. El primero, uno de los artistas más admirados en el mundo, también era un músico excepcional. De hecho, sobre todo las obras tempranas de Padeletti evocan el espíritu de Klee, un acercamiento sutil, sensitivo y poético. Por el otro lado tenemos a Lucebert, un artista holandés directamente vinculado con Cobra, un movimiento artístico que nació después de la segunda guerra mundial. Imágenes y palabras corren paralelas en su obra y con respecto al trabajo de Padeletti se puede decir lo mismo. Entre los diferentes lenguajes artísticos hay muchas similitudes: una escasez de palabras corresponde a una escasez de materiales, pero siempre tienen algún significado. Tal vez, Padeletti es el hombre que nunca exagera, unas pocas palabras suaves que de repente no se entienden pero que, para aquellos que se atreven a insistir, hay un premio grande: miradas a la condición humana.
La mayoría de las obras ahora expuestas fueran hechas a fines del 2005, aunque algunas datan de los años setenta y ochenta. Hay coherencia, los primeros collages anticipan las obras producidas dos o tres décadas después. Algunos elementos vuelven, por ejemplo ítems geográficos, otros cambian. Padeletti, si es posible, llena las obras con un significado aún más profundo: más maduras, y siempre sin limitaciones parroquiales. Es demasiado buen artista y poeta para que eso pueda ocurrir:
“mi ambición es decir mucho con poco, los collages son la expresión gráfica o corporal de un instante interno.”
Las obras de Padeletti se pueden leer de muchas maneras, por ejemplo contemplando o meditando.
“Cuando era chico podía mirar durante horas las flores, las nubes o un pequeño pedazo de papel blanco rasgado que flotaba sobre el agua barrosa después de la lluvia”
, dice el artista. Tampoco estaba conforme con las respuestas obvias:
“a partir de la adolescencia investigué las grandes religiones y me di cuenta de que todas buscan el sentido de la vida. El hinduismo y especialmente el budismo me resultaron las más atractivas: todo está sujeto al eterno ciclo de los renacimientos (samsara), cuya única salida posible sería ingresar al nirvana, a través de un trabajo de la mente en el interior de la mente para llegar a trascender los trágicos condicionamientos humanos.”
Padeletti visitó la India en los años sesenta y le encanta incorporar sugerencias orientales en su obra: figuras míticas, pájaros y elementos cósmicos, etc. Muchas veces juega con la simetría y la asimetría: la primera representa paz y armonía, la segunda la realidad, o sea las idas y vueltas de la vida.
Hay algunas obras que hablan de la lucha diaria, por ejemplo
‘El deseo y la cosa’. En ella una figura trata de atrapar un deseo o una cosa pero sin lograrlo, mientras la muerte se esta acercando (el fondo siendo el obituario de un periódico). La opuesta es ‘Cáscara, máscara, cara’. Este collage habla de la identidad pero también enfoca la serenidad del mundo interior: el mundo exterior ya ha sido dejado atrás. Otras obras se refieren a la violencia, el abuso y la maldad, los mejores ejemplos son ‘No me hagan daño, grito mudo’ y ‘The emperor of ice cream’; este último, que lleva el título de un poema de Wallace Stevens, trata igualmente de la frialdad, el egoísmo y la falta de amor y compasión del hombre común.
Por otro lado hay cosas más alegres, por ejemplo ‘Paredes de infancia’, que tiene más color y vitalidad. Padeletti dice que le gustaría hacer más collages como este ya que
“hay mucho sufrimiento en este mundo.” Otra, como ‘Monumentos astrales’ va más allá de nuestros problemas diarios y se refiere al cosmos visible e invisible que nos rodea. El artista dice que quiere hacer obras de arte que den paz: “en algunas hay mucha armonía, por ejemplo ‘Advertimiento del desierto’ es bastante simétrica y un especie de altar mientras ‘Monumento de arena’ es mucho más dinámica. Puede ser que esta obra se parezca a un rompecabezas desintegrado pero existe la posibilidad de juntar las piezas otra vez y regresar a la unidad.”
Con el pasar de los años Padeletti se fue conformando con el mundo real. Sus obras de los años setenta son más etéreas, formas que contrastan con el vacío: hay silencio y la nada. La serie hecha en el 2005 es mucho más vigorosa, las cosas empiezan a moverse, hay sombras y se asoman figuras humanas y animales. Dice Padeletti:
“a pesar de todo, mi obra tiene que ver con la contemplación: mi ambición es estética, en el sentido de dejar las cosas mundanas atrás, pero la experiencia no es completa, es sólo virtual. Actualmente, ya no puedo hacer las obras grandes que había planeado pero sigue manifestándose básicamente un misticismo del ojo.”
Seguramente es verdad – Padeletti no hizo obra desde fines de 2005 – pero es suficiente, más que suficiente aunque es necesario decir que no existen las respuestas fáciles y que la palabra ‘fashion’ no es parte de su vocabulario. De hecho, con Padeletti surgen las preguntas. Muchas veces hay una leve ironía en el aire, ya que este artista y poeta no usa palabras o materiales de más; lo que parece un vacío austero se convierte en esencia y plenitud. La obra de Padeletti no solamente contiene el mundo entero sino que también ha logrado mucha trascendencia, algo de lo que no se puede hablar, ya que esta más allá de nuestra percepción ordinaria.
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